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viernes, 22 de mayo de 2015

ÁNGEL DE PASO


Es increíble como una pregunta puede (o no), hacer cambiar tu percepción del mundo. No recuerdo bien cuándo pasó ni quién era mi interlocutor, seguro habrá sido algún ángel de paso, como le llamo yo a las personas que sólo aparecen una vez en tu vida para aportarte algo valioso.
En fin, lo que quedó resonando en mi cabeza aquella vez, es el cuestionamiento de si yo era feliz. En ese momento no supe responder y, francamente, no sé hasta el día de hoy si lo habré sido o no, porque no podía percibirlo.
Así, el tiempo ha ido pasando y yo pensaba en que quería ser feliz y les cuento que lo he logrado. Porque la felicidad no se trata de un hecho del destino, que a mi me llega todo lo que cualquiera hubiese soñado, mientras que a muchos de mi alrededor no tienen mi suerte. No. Absolutamente, no.
Soy feliz porque me propongo serlo, a pesar de todos los conflictos de mi vida, de mis desaciertos, mis dudas y mis duelos.
Porque he aprendido a racionalizar mis emociones, a identificarlas, a aceptarlas, a darles el espacio que merecen (ni de más, ni de menos), y a seguir.
He escuchado a mucha gente decir que le molestan las personas dotadas de una extrema visión positiva de las cosas que le suceden, que no creen que a esas personas no les vaya mal alguna vez. Yo quiero responderles a todos ellos, que si al menos dedicaran un día de sus vidas, a cambiar su visión del mundo, serían capaces de acercarse a la felicidad.
Particularmente yo, cuando estoy triste, enojada, decepcionada o atravesando cualquier otra emoción negativa, uso una mitad de mis fuerzas en llorar, desahogarme y vaciarme de dolor (porque es algo inevitablemente necesario de expulsar) y la otra mitad se canaliza, transformada en energía positiva, en alcanzar mis objetivos de vida.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Mi amiguito no tiene papá


El otro día, hablando de todo un poco, mi hija de seis (bueno, casi siete años), me mira y me dice: "mami, mi amiguito no tiene papá, ¿cómo es posible?". Debe haber fallecido, amor, le he contestado. A lo que ella, retrucando, me había dicho que no. "Vos no entiendes má, vos estás separada de mi papá, pero los tengo a los dos, los dos me aman, él nunca ha tenido uno".
Entonces me he quedado mirándola. "Cuando dos personas se aman tanto que ya no saben que hacer con tanto amor, le piden a Diosito un hijo para amarlo entre los dos y sabes que ese amor entre papá y mamá un día puede terminarse o no, pero el amor hacia el hijo es infinito, para toda la vida. Pero también sucede que hay mamás que no han encontrado a quién amar y sin embargo pueden pedirle a Diosito un hijo. Y Él no sólo le dá ese hijo a esa mujer, también le da fuerzas, le da valentía y le da un corazón tan grande en el que está todo lo que su nene necesita para aprender a ser feliz".
Me hubiera gustado poder contestarle algo así al menos, pero en cambio me he quedado mirándola en silencio, hasta que su sabiduría, al ver mi incomodidad ante su cuestionamiento, la ha hecho a ella cambiarme de tema.
Las decisiones adultas deben ser repensadas y premeditadas; y las respuestas deben llegar a nosotros, incluso mucho antes que sus preguntas.


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